17 de julio de 2024

LA FORMA DE ESTIR A NUESTRAS VÍRGENES,

 LA FORMA DE VESTIR A NUESTRA VÍRGENES.

Siempre me ha resultado fascinante la forma en que están ataviadas nuestras Imágenes devocionales, especialmente las Imágenes de la Virgen. Se trata de un atuendo propio de las damas de la Corte y en este sentido, todas las Imágenes de Nuestra Señora, tanto si son dolorosas o de Gloria, han ido adaptando su forma de vestir a los tiempos y naturalmente a las costumbres y a la idiosincrasia de cada lugar y de cada época. Todo esto queda perfectamente reflejado en cualquier manifestación artística a lo largo de la historia.

En más de una ocasión nos hemos podido preguntar el origen concreto y el gusto por los mantos, los brocados, los bordados y los rostrillos que enmarcan la cara de la Virgen. ´

En una ocasión anterior, concretamente en un Boletín de la Hermandad, en el número 14 del año 2009, tuve la oportunidad de escribir sobre este tema y con este artículo pretendo dar continuidad a aquel tema que, insisto, siempre me ha apasionado. Entiendo que el origen de la forma de vestir a nuestras Imágenes puede situarse en la época de Felipe II y, en concreto, en sus esponsales con la dama francesa Doña Isabel de Valois, quien trajo a España un cuadro en el que se representaba una Virgen de la Soledad. Gaspar Becerra, imitando esta Imagen, creó una de candelero según el modelo que hoy podemos contemplar en todas nuestras Imágenes procesionales.

Todos conocemos hoy día que las Reinas y Emperatrices han tenido a su servicio unas damas de la nobleza que recibían el nombre de camareras que se encargaban de su arreglo y cuidado personal. Precisamente, la Condesa viuda de Ureña, camarera Mayor de la Reina Isabel, quiso ataviar a la Virgen de la Soledad a semejanza de una dama viuda de la aristocracia española de su época, es decir, del siglo XVI. Esta vestimenta consistía en una falda negra y especie de semicírculo de paño llamado mantilla que caía hasta la cintura, un velo blanco que caía por detrás hasta los pies y un manto o capa de color negro que se colocaba encima. Si somos capaces de visualizar esta imagen que he descrito con la forma en que nuestra Virgen va vestida en el mes de Noviembre, podremos comprobar el enorme parecido.

A todo esto hay que añadirle que las viudas ricas de aquella época adornaban sus trajes con hilos y lentejuelas de oro sobre telas de alta calidad como el terciopelo. Evidentemente, estos elementos se aplican a nuestras Imágenes y el buen hacer de los bordadores de la ciudad hacen el resto (Rodríguez Ojeda, por ejemplo). A partir de aquí, cada hermandad, cada pueblo, cada hermano en

concreto quiere ver a su Virgen como a una verdadera Reina y trata de hacerlo como mejor sabe y puede: vistiéndola de Reina con todo lujo y riquezas.

Otro elemento importante en el ajuar de nuestras Imágenes marianas es la del pañuelo que portan en una de sus manos. Parece estar constatado el hecho de que ya en época romana, este detalle era sinónimo de elegancia y finura. En el siglo XVI, en España, las damas suelen utilizar también esta prenda pero adornada con ricos encajes y adornos varios. Este elemento también se incorpora a la Virgen aunque en unos primeros momentos son unos pañuelos de grandes dimensiones que aparecen en algunos escritos denominados como “toallas” sin que, tenga que ver con lo que hoy significa esta palabra. La representación más antigua que se conoce es un grabado de 1779 de la Virgen de las Lágrimas que se encuentra en el Palacio Arzobispal de Sevilla. Sin embargo, todo parece indicar que es a partir de finales del siglo XVIII y XIX cuando la costumbre de que la Virgen lleve en su mano derecha un pañuelo es generalizado convirtiéndose en un ornamento insustituible en nuestras Imágenes. Estos pañuelos suelen tener una medida estándar de 22 cts. aproximadamente por cada lado y suelen confeccionarse en tres tipos de telas. Un primer tejido el el llamado tejido Nipis, de origen filipino y muy valorado. La Virgen de los Ángeles de la Hermandad de los Negritos posee uno de un incalculable valor artístico e histórico. Un segundo tipo es el denominado Batista que es una mezcla de lana, lino y algodón, de origen francés. Y por último, uno de Lino de origen holandés. Luego, cada vestidor le ha dado su toque o sello personal de manera que no se colocan de cualquier forma o manera sino que hay Imágenes que tienen un sello identificativo en cuanto a la forma de llevar el pañuelo. Éste es el caso de la Soledad de San Lorenzo o la Virgen del Valle, por citar dos ejemplos muy significativos.

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