BESAMANOS A LA VIRGEN DE LA AMARGURA.
El sábado 21, nos encontramos con el Besamanos a la Virgen de la Amargura. Bajo un dosel y un altar dignos de una reina, se hallaba la Santísima Virgen flanqueada por dos candelabros.
Un número importante de personas desfilaba para depositar un beso en la mano de esta bellísima Imagen en el LV aniversario de su Coronación Canónica. Es sin duda alguna, esta Virgen sevillana, una presea, una obra de arte en sí misma que despierta la admiración de quienes han tenido la suerte de poder verla o contemplarla. Son muchos los que ven en esta Imagen religiosa el ejemplo mismo de religiosidad que, en muchas ocasiones, no se ha aprendido en ningún sitio, familia, escuela, ahora que tanta falta hace y que, precisamente ahora, va desapareciendo poco a poco de nuestra sociedad, de los colegios a través de guerras frías de crucifijos sí o crucifijos no y otros avatares que colocan al catolicismo en entredicho. Puede que muchos vayan a depositar el beso al contemplar, en Ella, una obra de arte sin más. En cualquier caso, no deja a nadie indiferente. Para mí, es un ejemplo de la religiosidad que se respira en la calle a través de sus procesiones y en las iglesias cuando tenemos la ocasión de poder ver su fisionomía irradiando esa áurea que la convierte en inigualable: religión, arte o …ambas. Es la Virgen de la Amargura
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La Imagen de María Santísima de la Amargura es obra anónima fechada a principios del siglo XVIII, pues en los inventarios de la Hermandad de 1.708 en adelante, aparece ya una Imagen “con cabeza, manos y pie de candelero”. Fue en 1.763 cuando Benito de Hita y Castillo le hace nuevo cuerpo y candelero para adaptarle la posición dialogante con San Juan.
En 1832 Juan Bautista Petroni le recompuso los brazos y Manuel Rossi la restauró en 1886. En 1893 Antonio Susillo restauró la imagen tras el incendio que sufrió el paso el Domingo de Ramos del citado año en la Plaza de San Francisco, haciéndole además manos nuevas.
También ha sido restaurada por Manuel Gutiérrez-Cano Reyes en 1902, Emilio Pizarro de la Cruz en 1912, Sebastián Santos Rojas en 1933 y 1941, Juan Miguel Sánchez en 1949 y 1961 –que restaura cuello y rostro-, y Francisco Buiza en 1975 que le hizo candelero nuevo. La última restauración fue llevada a cabo por los Hermanos Cruz Solís e Isabel Poza que le hicieron una limpieza completa en 1996.
En 2008 la Virgen fue objeto de una intervención menos realizada por Enrique Gutiérrez Carrasquilla que estableció un nuevo sistema de sujeción en los brazos y realizó una leve fijación en el cuello de la imagen.
Representa el momento en el que la Santísima Virgen es acompañada por San Juan Evangelista en la Calle de la Amargura, camino del Calvario.
María Santísima de la Amargura es una imagen de candelero de 170 cm. en madera de cedro, teniendo policromados el rostro y las manos. El candelero es de forma ovalada de ocho listones que le arrancan de las caderas, realizado por Francisco Buiza en 1975. La cabeza está en postura frontal aunque ligeramente girada a la derecha; las cejas son rectas y levemente arqueadas hacia las sienes y sutilmente fruncidas en el entrecejo. Los ojos que son pintados sobre cáscara de huevo y de color castaño, tienen la mirada baja y a la izquierda, lleva pestañas postizas en el párpado superior y pintadas en el inferior; de nariz recta, boca entreabierta con los dientes superiores tallados y tres lágrimas de cristal surcan su rostro, dos en la mejilla derecha y una en la izquierda. Las manos están extendidas siendo la izquierda con el dedo cordial y anular mas próximos entre ellos que al índice y meñique; lleva en la mano derecha un pañuelo y en la izquierda nada.