24 de noviembre de 2009

NUESTRO DULCE NOMBRE DE JESÚS.

Es tan grande la excelencia de este Niño, que ninguna criatura del cielo o de la tierra, podía ponerle el nombre adecuado... Tenía que decirlo sólo su Eterno Padre... Él quiso que se llamara JESÚS, que quiere decir Salvador, porque su venida al mundo era para salvarnos y este fue su oficio……
... El nombre de JESÚS sólo conviene a Cristo por ser Dios y Hombre verdadero... Si fuera solo hombre, no podría salvarnos... Sólo Dios lo puede por su sola misericordia... Pero Dios y Hombre nos salva también con su justicia, ganando con sus merecimientos la salvación que su nombre justifica.
¡Oh Dulce Nombre de Jesús!... Sea para nuestro bien el nombre tan glorioso por el que te llamamos... Nos alegramos de que no sea nombre vacío ni de sombra, sino lleno de verdad y de toda perfección.
Este nombre es suma y memorial de todas las grandezas que hay en Cristo, las cuales se reducen a tres... Es suma de todas las perfecciones que le convienen EN CUANTO DIOS... De todas las gracias y virtudes que tiene EN CUANTO HOMBRE... Y de todos los oficios que EN CUANTO DIOS Y HOMBRE, hace con todos los hombres
¡Oh Dulce Nombre de Jesús, tesoro inagotable de todas las riquezas y dulzuras del cielo!... Si estamos enfermos, Tú eres nuestra salud... Si hambrientos, Tú eres nuestra hartura... Si estamos pobres, Tú eres nuestra riqueza... Si débil, Tú eres nuestra fortaleza... Si somos ignorantes, Tú eres nuestra sabiduría... Si somos pecadores, Tú eres nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención... ¡Concédenos que te amemos sobre todas las cosas y que en Ti sólo busquemos descanso y hartura perfecta!
Por último, en este nombre dulcísimo están también encerrados todos los nombres gloriosos que los Profetas ponen al Salvador, como aquellos que refiere Isaías cuando dice... “Que será llamado Dios, Fuerte, Admirable, Consejero, Padre del siglo venidero y Príncipe de la Paz”... Porque todos estos nombres únicamente convienen a Cristo, en quien se reúnen todas las grandezas de Dios, con todas las cualidades de quien sólo podía ser la salvación del mundo y la redención de su pueblo.