25 de mayo de 2010

LA VOZ DE LAS COFRADÍAS, DON AGUSTÍN HEPBURN


LA VOZ DE LAS COFRADÍAS, DON AGUSTÍN HEPBURN ASQUERINO.

Por José Trashorras Segura.
He esperado a que llegasen estas fechas, cercanas al día cuatro de junio porque tal día como éste,  hace ya cuatro años, tuvo lugar la trágica muerte del poeta de las Cofradías de Sevilla, Don Agustín Hepburn Asquerino. Y digo Don porque se trata de uno de los grandes, de esas grandes personas que debiéramos recordar cada Semana Santa cuando, especialmente, vemos cualquier reportaje sobre una de las muchas Cofradías que él tan bien conocía y de las que era capaz de conocer los datos más mínimos de todas ellas incluso, como dijera una vez el también Don, Don Carlos Herrera, el nombre y apellidos de cada uno de los nazarenos de cualquier cofradía incluso sin verle la cara”.
Lo conocí una tarde de marzo sentados los dos en la terraza del Bar El Sardinero en la Plaza de San Lorenzo. Mantuvimos una larguísima conversación sobre lo divino y lo humano pero tuvimos mucho tiempo parados en algo que teníamos en común y que nos alegraba el alma de manera especial, el pronto nacimiento de nuestro primer hijo que por casualidades del destino iban a venir al mundo en fechas muy cercanas. Desde ese primer momento supe de su existencia algo intempestiva, de su complicado vivir y de su mucho amor por Sevilla y por su Semana Santa. 
No recuerdo quién nos presentó o preparó la cita pero sí recuerdo que el motivo era que Agustín viniera a mi pueblo, a Huévar del Aljarafe,  a Pregonar las Fiestas de Mayo en honor a mi Virgen de la Soledad. Conocía pocos detalles de mi hermandad pero en diferentes citas y llamadas de teléfono le hice una descripción de lo más exquisita y exhaustiva que pude y fui capaz.  Le di unos vídeos, visitó nuestra Capilla y nuestras Imágenes y siempre, en cada encuentro, me ponía de manifiesto lo duro que era vivir, lo  difícil que era “su vivir”.
Pero si me demostró lo grande que era como persona, todavía hoy me emociono cada vez que recuerdo la grandeza de la fluidez de su verso aquel 30 de abril de 1998. Cierro los ojos como hizo Agustín agarrado con fuerza al atril que se encontraba en el Altar Mayor de la Iglesia de Huévar, delante justo de la Virgen de la Soledad y recuerdo esa prodigiosa voz con que fue desgranando cientos, miles de piropos a mi Virgen de la Soledad. Y cada adjetivo, cada bella palabra que pronunciaba, Guapa, Hermosa, Reina, mil veces escuchado por mí, se engrandecían hasta provocar un repeluzno prodigioso en todos los que allí estuvimos. No sé cuántas veces fue interrumpido por los aplausos  que arrancaban sin poder ser sujetados.
Luego, porque los hay, hubo personas que me contaban que si era un Pregón memorizado, que si sabe cuántas veces lo habría pronunciado en vete tú a saber qué sitios….. pero a mí me daba igual porque lo que dijo, pronunció y recitó lo vistió de Soledad de Huévar, lo arropó con el cariño de mis hermanos soleanos, lo impregnó de mi Soledad de mi alma,  porque cada Guapa que gritaba a mi virgen de la Soledad era como si fuera la primera vez que lo escuchara y arrancara de mí tantas lágrimas que la emoción no supo contener.
Por todo esto, Agustín, Don Agustín Hepburn fue,  es y será mi pregonero de mi Soledad.
Dicen que la memoria es efímera como lo es una flor o la vida misma, esa vida que te pusieron tan difícil a cambio de una muerte tan fácil. Yo no quiero olvidarte porque supiste decir a mi Virgen de la Soledad los piropos más bonitos jamás escuchados con ese tono de tenor cofradiero, pero sobre todo porque has sido un hombre bueno en el buen sentido de la palabra. Por eso, son muchas las personas que presentarían un cierto arrebol al enterarse de tu triste historia y porque nunca mereciste tan trágico y triste final.
Sabe Dios, Agustín, qué penas han conseguido callar tu voz. Estoy seguro de que ahora estarás fundido con los cielos componiendo versos a todas y cada una de las Vírgenes sevillanas, también a la mía, Agustín, a la que tanto he rezado por ti y por tu familia, y  por ese hijo tuyo que tendrá la misma edad que el mío.
Quiero que sepas, Agustín, que en cada Fiesta de Mayo, cuando el Pregonero va cantado las grandezas de la Madre de Huévar, siempre tengo un momento de recuerdo para ti porque siempre te imagino agarrado a ese atril desgranando tu alma con metáforas y sinestesias.  
Quiero terminar con las palabras que escribiste en el Libro de Honor de mi Hermandad:
“A la Junta de Gobierno y pueblo de Huévar por haber guardado silencio ante la oración que este sevillano ha hecho de vuestra Madre y del Señor Resucitado. No sabéis la suerte de tener a la Virgen tan cerca. Que la Soledad, Guapa, Reina y Morena os bendiga siempre.
Que Dios os bendiga”.
Que Dios te bendiga a ti, Agustín.