A estas alturas de la semana, todos hemos conocido los detalles del brutal ataque sufrido por la Imagen de Jesús del Gran Poder de la ciudad de Sevilla. Todo ocurría tras finalizar la misa de las 20.30 horas del domingo 20 de este mes de Junio. Al parecer, un señor de unos 1.80 m de altura, se dirigió a la parte trasera del camerín de la Imagen del Gran Poder y al grito de YO SOY EL VERDADERO HIJO DE DIOS, se subió hasta el mismo camerín con la intención de arrojar al suelo a esta bendita Imagen. Por fortuna, los únicos daños producidos han sido puramente técnicos no alterando la parte artística. Gracias a la itntervención de dos policías de paisano que se encontraban en el interior de la Basílica, pudo ser detenido este señor que responde al nombre de Luis, y que será acusado de un atentado contra el patrimonio histórico-artísico.
El encargado de esta pequeña restauración va a ser o ya está siendo Don Luis Álvarez Duarte quien es de la opinión que el próximo viernes ya podrá ser expuesto nuevamente al culto Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
A partir de ahora, se crea un debate sobre la vigilancia en la Basílica y una mayor seguridad que puede pasar por la contratación de vigilancia privada o blindar, todavía más si cabe, el camerín del Señor, subiendo el cristal trasero o con otras medidas que se estimen oportunas. El problema radica, según entiendo, en que si bien la Imagen del Gran Poder es una obra de arte, lo es también devocional y es aquí donde radica el principal hándicap. No es igual proteger al Gran Poder que a las Meninas de Velázquez, por ejemplo.
En cualquier caso, será la Junta de Gobierno la que tome las medidas oportunas que con toda seguridad serán las acertadas.
No obstante y como conclusión a toda esta lamentable historia, deberíamos pensar que todas las imágenes de culto, absolutamente todas, podrían ser las siguientes víctimas de cualquier persona que desease hacer lo mismo. Yo me pregunto, ¿Están las Imágenes de Huévar lo suficientemente protegidas?. Cada cual que responda y saque sus propias conclusiones.
Lamentablemente los tiempos han cambiado muy deprisa y no nos queda más remedio que adaptanos a ellos mal que nos pueda pesar.