MONICIÓN 16 OCTUBRE 2010
Doña Manuela tabares.
Gracias Dios mío, gracias Madre, Reina y Señora nuestra de la Soledad por permitirnos poder celebrar cada 18 de octubre tu Feliz Regreso.
Nosotros, La Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, tuvimos la desgracia de vivir el hecho más luctuoso, hasta ahora vivido, en nuestra Iglesia Parroquial. Y como consecuencia de ello, tuvimos la dicha de vivir el día más luminoso, más feliz, más grandioso. Día inigualable e irrepetible en la historia de nuestra Hermandad y de nuestro pueblo , cual fue el 18 de octubre de 2008 con el Majestuoso Regreso de Nuestra Señora, de la madre de todos nosotros, que quiso quedarse en su pueblo donde durante casi 500 años de presencia documentada, vienen rindiéndole culto y pleitesía todos nuestros antepasados, donde ante Ella , Nuestra Señora, han rezado tantos, tantos y tantos habitantes de Huévar que ya gozan de su presencia en el Cielo y rezamos todos nosotros que tanto la queremos..
No quiero extenderme mucho en aquel día triste de marzo y por eso sólo mencionaré cuando llegué a su capilla y después de tanta incertidumbre, de tanto dolor, de tanto llanto, allí estaba ella, de pie, tapadita, con sus ropajes de oro empobrecidos, andrajosos, rotos, morena, muy morena, demasiado morena, pero muy guapa, guapísima y de pie con esa dulzura serena que siempre refleja su cara. Y después del dolor vivido, sentí un gran alivio y una gran paz después de haberla visto, de haber visto a ese ser tan querido que estaba a nuestro lado y nos necesitaba.
Después de esto vino todo el proceso de la magnifica restauración. Idas y venidas. Visitas emotivas y maravillosas, llantos, rezos, flores, besos ante Ella y para Ella, Nuestra Madre y Señora, en el taller de Álvarez Duarte hasta llegar el día glorioso en que la vimos tal cual la dejamos en el altar de cultos. Todo había sido un sueño y se cumplió lo que Duarte nos dijo el día que la llevamos: “y ahora que la Virgen hable” y la Virgen habló y volvió el color a su cara, y sus mejillas se tornaron sonrosadas, sus ojos dulces , maternos y cariñosos , nos miraban y nosotros embelesados no teníamos palabras, sólo supimos dar gracias a Dios y comenzamos a rezar todos juntos.
A partir de aquí comenzamos a preparar su vuelta con el amor de unos hijos que se desviven por su madre de la que han estado alejados físicamente tanto tiempo y para la que todo les parece poco.
Y llegó la noche mágica. En el silencio de la madrugada, cuando sólo estábamos los miembros de la Junta de Gobierno, llegó a su pueblo, a su casa. No se pueden describir los sentimientos, las emociones. ¡Qué guapa!
¡qué guapa! ¡qué guapa viene la Virgen! Besos en sus manos, caricias en su cara, rezos, llantos y ya rápidos los preparativos para que toda su hermandad y todo su pueblo puedan gozar de esta dicha.
Por eso, todo lo que se prepara para Ella es poco.
Por fin la pudieron ver sus hermanos y el pueblo entero que la esperaba anheloso. Y todos, al verla, rompen al unísono a llorar, a decirle guapa, te quiero, a piropearla sin parar.
Era Ella, la Señora de la Soledad, no había ni un atisbo de duda. Había vuelto a su casa, a su pueblo, con su gente, como siempre y como anécdota y para sellar su regreso acompañada de un poquito de agua, para que no quepa la menor duda: “ Soy yo , la Virgen de la Soledad”.
Tras esto vino ese gran día irrepetible e inigualable en la historia de nuestro pueblo y que todos conocéis. Cuando Huévar se abarrota de fieles , devotos, cuando el gentío nos lleva en volandas, cuando casi no podemos poner ni los pies en el suelo por estar cerca de Ella, cuando ya los corazones no pueden contener más gozo , más dicha y La Señora, Reina y Madre de la Soledad se pasea triunfante portada por sus amorosos costaleros por las calles de Huévar del Aljarafe.
Es por esto , que cada año tenemos que dar gracias a Dios , por habernos dejado la Sagrada Imagen de su Madre de la Soledad en Huévar del Aljarafe pues Él bien sabe cuánto aquí la queremos y cómo cuidamos de Ella , que a nosotros no nos importan tanto las cosas superficiales , sino el amor hacia Ella que es el centro de nuestra fe , de nuestro caminar , de nuestras vidas, como lo ha sido durante siglos el de nuestros antecesores en la fe que es la que nos han transmitido a nosotros y que tan profundamente tenemos y que del mismo modo trasmitimos a nuestros hijos.
Gracias Dios por dejárnosla aquí y gracias Reina, Señora y Madre Nuestra por quedarte con nosotros y ayudarnos a superar esa gran prueba de fe.
