30 de octubre de 2010

PERDÓN, ¡ OH DIOS MÍO!

Por Manuel Romero Luque.

No hace ni siquiera un año que la sede hispalense cambió de prelado y, en estos pocos meses transcurridos, me llama la atención el interés filológico tan marcado del que han hecho gala algunos cofrades por subrayar los errores semánticos del arzobispo, sus lapsus linguae y hasta por el análisis de su pragmática oratoria, indicándole que es o no oportuno mencionar según el momento. Y, qué quieren que les diga, yo sólo busco en mi obispo a un pastor y no a un pregonero o a un erudito; alguien que preste la atención debida a un número grande de católicos que tiene su particular carisma. No quiero olvidos, pero tampoco cabe exigir exclusivismos. Eso es lo importante y no las concretas divergencias. (Yo mismo manifesté aquí mi opinión sobre el envío a Madrid de nuestras imágenes.) Mientras tanto, algunos se afanan en señalar anécdotas que refieren de manera incompleta con interés malicioso o señalan una mano oculta y lejana contra la que deberíamos protegernos. Frente a éstos, la lección de D. Juan José es sencilla: cumple con su ministerio y no duda en pedir perdón públicamente si hace falta. Ha demostrado a todos, mal que les pese a algunos,  que sabe entonar el canto penitencial del “Perdón, oh Dios mío” con absoluta sencillez. No es poco para dar ejemplo.
FUENTE: Pasión Sevilla