29 de enero de 2011

ANACRONISMOS, EXTRAÑEZAS Y CURIOSIDADES EN LA SEMANA SANTA SEVILLANA


ANACRONISMOS, EXTRAÑEZAS Y CURIOSIDADES  EN LA SEMANA SANTA SEVILLANA.

Por José Trashorras Segura.
 
Hace ya un tiempo, leí en un foro dedicado a la Semana Santa, un post que aparecía con el título de “anacronismos en la semana santa sevillana”. Me resultó, cuanto menos, curioso y pasado un tiempo he decidido ahondar en este tema con algunas consideraciones que, con toda seguridad, han sido tenidas en cuenta en más de una ocasión por cualquiera de nosotros en alguna o algunas de nuestras muchas conversaciones sobre la Semana Santa y la forma en que la representamos.
El DRAE  define la palabra Anacronismo como aquélla  que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió, y, por extensión, incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde”.
No obstante, se me ocurre que más que anacronismos, como figuraba en el post al que antes he aludido, sin más, podríamos hablar de anacronismos, extrañezas, curiosidades y rarezas.
Se trata de exponer una serie de anacronismos o extrañezas que presenta nuestra semana santa sin llegar a una enumeración exhaustiva porque sería muy difícil. Sólo llegaremos a señalar los más significativos o los más llamativos.  
Se trata, por consiguiente, de comentar la incongruencia histórica de ciertos  detalles que se incorporaron en una época concreta con un canon estético determinado y al que nos hemos ido acostumbrando y aunque los recientes estudios  demuestren que muchas de las representaciones no son del todo correctas, las seguimos repitiendo porque así nos han llegado y sólo nos limitamos a acomodarlas a la estética de nuestra época.
Por ejemplo, no veríamos correcto a Jesucristo camino del Gólgota cargando un  solo madero en lugar de la Cruz. Ni tampoco con una corona de espinas en forma de casco en lugar de la que hoy presentan todos los crucificados que se ciñen sólo a la altura de la frente dejando por cubrir la parte superior de la cabeza.

Si nos fijamos en Castillo Lastrucci, creador de composiciones de misterio tan geniales,  tuvo la mala idea de cargar a un  pobre negro (hombre de color o subsahariano según lo correcto hoy día) de San Gonzalo con un enorme libro. Es sabido que los volúmenes encuadernados no aparecen en la historia hasta la Edad Media. En la época de la Pasión de Cristo se escribía en tablillas de cera o barro y en rollos de pergamino si eran documentos importantes u obras literarias (el papiro era un producto exótico). Lo más parecido que tuvieron los romanos en su época fue unos sellos que imprimían  inscripciones sobre objetos de arcilla (años 430/440 antes de Cristo).  Así que el pobre negro está cargando con un trasto que ni siquiera existía en la época.

Otro  de los casos que más nos puede llamar la atención por su extrañeza es el hecho de que los Cristos vayan descalzos. Si no me equivoco, el Cristo de la Borriquita lleva sandalias y algún otro pero,  ¿Y las otras Imágenes de Cristo, por qué no están calzadas? Nos referimos, naturalmente, a imágenes de Cristo vestido, no quedaría estético un crucificado con botas, la verdad. Vamos a suponer que cuando empiezan a maltratar a Cristo, lo descalzan y ya no vuelve a ponerse las sandalias (lo cual dudo, porque si en la calle de la amargura está vestido, lo normal es que también estuviese calzado, pero vamos a suponer que no) pero ¿Y antes? ¿Qué hacen el Señor de la Cena, el de la Oración en el Huerto, el del Beso de Judas, el del Prendimiento, el de las Negaciones, el de San Gonzalo, el de la Bofetá, el de la Amargura y alguno que se me haya olvidado, descalzos? ¿Es que los autores pensaban que algo tan simple y tan documentado arqueológicamente como es el calzado no era conocido por los pobres ignorantes habitantes de la provincia romana de Judea en el Siglo Primero? El caso es que estamos tan acostumbrados a ver los Cristos descalzos que lo raro es que veamos alguno que sí lo esté. 

Otro tema es el de las barbas en los soldados romanos. Hemos contado cinco que las lucen: uno en Los Caballos, tres en Las Cigarreras y otro en el Cerro. En Roma las barbas estaban mal vistas porque eran atributo de los bárbaros o señal de decadencia griega. Sólo lo lucieron algunos nobles amantes de la cultura griega y bastante posterior a las fechas de la Pasión, caso de los emperadores Adriano o Marco Aurelio pero es que, además, el soldado romano tenía totalmente prohibido tener barba o llevar el pelo largo por cuestiones de higiene. Curiosamente los romanos barbados son de autores muy recientes: Abascal, Navarro Arteaga y Miñarro. Por cierto en ninguna parte del imperio romano hubo jamás un soldado vestido de negro. El negro era un color que daba mala suerte. Los romanos eran tremendamente supersticiosos, y los soldados más todavía. Aunque, casi con toda certeza, esto del color de los romanos creo que puede ser para distinguirse frente a los romanos de otras hermandades. Veamos a los romanos de la Macarena, Cigarreras, Cerro, etc,  todos ellos son diferentes y van ataviados de forma diferente. Además, a muchos de ellos se les adorna con muñequeras cuando esta circunstancia no está documentada en ningún yacimiento y jamás se ha puesto de manifiesto en escultura o pintura alguna de la época.




Podríamos seguir con la vestimenta de nuestras Vírgenes y Cristos pero lo que sí parece ser cierto es que Sevilla, al igual que cualquier parte del mundo, ha creado una Pasión según su estilo y con su propia estética. Para unos, estos hechos pueden resultar chocantes, incluso absurdos, para otros, seguramente  la mayoría, no son más que una manera de representar unos acontecimientos que marcaron la historia del mundo y que cada año se representa  hasta convertir a Sevilla en la Jerusalem de Occidente.