18 de febrero de 2011

UN PASEO POR EL TECHO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA


El pasado sábado 12 de febrero tuve la oportunidad de realizar una visita a los techos de la Catedral de Sevilla. Junto con unos compañeros de Valencina pudimos contemplar la visión de Sevilla desde las cúpulas de la Iglesia Mayor.
Esta visita ha sido posible gracias a la remodelación y restauración de los accesos a las cubiertas debido a que el polvo acumulado y el daño causado por las palomas hacían prácticamente imposible e incluso peligroso subir a los tejados.
Accedimos por la Puerta de Campanillas, llamada así porque desde aquí llamaban mediante campanas a los trabajadores de la Seo.
Junto al  monumento a Colón, por una puertecilla estrecha,  se abren unas  escaleras que tienen apenas ochenta centímetros de ancho y suben siguiendo una espiral con poco menos de veinticinco centímetros de huella. Son tres tramos de escaleras que te permiten ascender a las tres alturas diferentes de la Catedral.
Nuestro guía es arqueólogo y conoce a la perfección los trabajos realizados en la catedral. Llegamos así a la primera parada en la que puede verse la traza maestra de más de 500 años según la cual trabajaban los maestros canteros.  El maestro constructor trazaba sobre el suelo las curvas, cortes y piezas que serán necesarias para construir´, por ejemplo, los arcos de las vidrieras, dejando en el suelo el trazado previo geométrico. Los canteros sacaban sobre estas trazas las plantillas en madera para pasarlas a la piedra.
Ya desde esta cubierta, que no es la más alta, la vista del casco antiguo de la ciudad emociona al visitante: los jardines del Alcázar, el patio de Banderas, el Arzobispado, etc.
En nuestro recorrido también visitamos los trabajos de restauración de las cubiertas que todavía eran evidentes como pueden verse en las fotografías que les mostramos.
Una de las singularidades de la Catedral es que no tiene tejados sino azoteas.  Para cubrir el desnivel de las aguas se rellenaron a la manera árabe con vasijas traídas de Triana. De esta forma se evitaba el peso excesivo y se creaba una cámara de aire.
A pesar de la altura que vamos adquiriendo conforme vamos subiendo, la sensación de vértigo no se hace evidente hasta entrar en el triforio al tener la sensación de estar suspendidos en el espacio, pegados junto a las vidrieras y  al órgano. Desde aquí pueden verse detalles que jamás podríamos haber imaginado.
Cuando salimos nuevamente al exterior observamos unos curiosos orificios en las cúpulas que son, según nos indica el guía, unos agujeros que permitían la ventilación de la Catedral de  humos del  incienso y para sostener las cuerdas que soportaban los andamios y poder de esta manera  mover materiales. Para evitar las fugas de agua, por la parte externa,  están cubiertos por unas capuchas que asemejan setas y así  evitar la entrada del agua.
Seguimos subiendo hasta llegar al nivel de las gárgolas. Casi todas representan murciélagos aunque hay alguna antropomorfa. Aquí hacen de troneras para desaguar porque sobre por los arcos exteriores corren conductos para el agua, otra singularidad de esta construcción.
Desde la cubierta más alta casi tocamos la Giralda, el minarete de la antigua mezquita que junto con el patio de los Naranjos es lo que queda de aquel templo árabe.
Aquí termina la visita y nos encaminamos a una larguísima escalera que nos conduce nuevamente al Monumento a Colón en el interior del Templo.
Cuando has visto todo esto, se comprende mejor aquella frase de “construir una iglesia para sorprender al mundo”. 































 ...y para celebrarlo, una copita en casa Moreno.