16 de marzo de 2011

RECORDANDO LA HISTORIA: EL INCENDIO EN SAN JULIÁN.


El incendio de la parroquia de San Julián
La madrugada del viernes 8 de Abril de 1932, concretamente entre la una y las dos de la madrugada comenzó un voraz incendio que destruiría por completo el patrimonio mueble del templo parroquial del señor San Julián y dejó el inmueble seriamente dañado, desapareciendo sus techos y artesonados, quedando tan solo los muros y pilares.
Poco después de las doce de la madrugada un grupo de turistas acompañados por vecinos de Sevilla estuvieron visitando la plaza de San Julián y su entorno, concretamente la cruz de forja del antiguo cementerio de la parroquia, que se encontraba en la pared de las dependencias de la Sala Capitular de la Hermandad y de la casa del sacristán de la parroquia, que son anexas al templo. Comentaron estos turistas la poca seguridad y abandono en que se encontraba esta artística cruz, además de advertir la escasa iluminación de los alrededores del templo con farolas apagadas. Cerca de la una de la madrugada abandonaron la zona sin apreciar nada extraño. Este testimonio se reafirma con el que dio un vecino del barrio que vivía en una casa frente a la iglesia y que llegó a su casa acompañado de su esposa poco después de las doce de la noche, sin haber visto nada anormal, salvo las luces de las farolas del templo que estaban apagadas, cosa que le extrañó porque nunca estaban así. Se dispuso a cenar en una habitación cuya ventana da a las puertas del templo y poco después de la una se vio sorprendido por el incendio. La primera persona que advierte el fuego es el joven Teodoro García Moreno, que venía andando por la calle Duque Cornejo y al salir a la plaza de San Julián ve las llamas, ante lo cual comienza a dar voces de auxilio, golpea en la puerta de la casa número 10 de la Plaza de Moravia, desde donde se avisa telefónicamente al servicio de bomberos y finalmente acude al puesto de la Guardia Civil en la Macarena, al frente del cual estaba el sargento José Rebollo. Antes de las dos de la madrugada se encontraba todo el dispositivo de seguridad desplegado, así la Guardia Civil se encarga de contener a los vecinos y curiosos y los bomberos que llegaron con una gran celeridad, tirando abajo la puerta principal y la de la plaza de Moravia para intentar aplacar la fuerza de las llamas. A la llegada del cuerpo de bomberos al lugar del siniestro se encontró con que las bocas de riego más cercanas a la iglesia, se encontraban obstruidas con piedras, por lo que en un principio tuvieron que utilizar unas que estaban más alejadas.
  El sacristán se despertó violentamente tras oír la llamada de la campanilla, pensando en un principio que era alguien que necesitaba recibir los sacramentos, aunque pronto se da cuenta de la catástrofe que se produce en el templo, disponiéndose primeramente a salvar a su esposa y tres hijos, que dormían profundamente y llevándolos apresuradamente al Asilo de San Cayetano. Regresó a la iglesia intentando entrar pero ya en estos primeros momentos del fuego era imposible por su voracidad y gran cantidad de humo, por lo que va a la sacristía y se dedica a salvar los vasos sagrados y ornamentos de culto, llevándolos a San Cayetano. Las voces de los vecinos despiertan y advierten sobre el suceso al señor cura párroco, don Ismael Delgado Rasco, que vivía en la calle Juzgado, 5. A la llegada al templo, el párroco se dispuso a salvar el archivo parroquial y el manto de la Virgen de la Hiniesta, que se guardaban en la Sala de la Sacramental, encima de la sacristía.
Según todos los primeros indicios el fuego comenzó por la puerta de la iglesia que daba a la plaza de Moravia, debido al mal estado en que se encontraba, aunque muy pronto se pudieron apreciar que ardían todos los altares y poco después de las dos de la madrugada el techo empezaba a desplomarse. Pasadas las cinco y media de la madrugada y debido a que se empezó a controlar una parte del incendio, el padre Sebastián de Ubrique, guardián del convento de Capuchinos, que había acudido a San Julián levantado por el revuelo que había en todo el barrio, consiguió con la ayuda de unos bomberos salvar las sagradas formas que se encontraban en el sagrario de la capilla sacramental, así como la imagen de la Inmaculada Concepción que presidía dicha capilla. A las siete de la mañana el fuego quedó muy reducido debido a que la techumbre había caído casi en su totalidad y tan sólo quedaban pequeños focos que se fueron apagando en las horas sucesivas, aunque hay constancia que hacia las diez y media de la mañana todavía existían zonas con fuego.
Como hemos referido anteriormente la Hermandad perdió la mayor parte de su patrimonio, así fueron pasto de las llamas las imágenes titulares, la Virgen de la Hiniesta dolorosa, la imagen gloriosa y el Santísimo Cristo de la Buena Muerte que remataba el magnífico altar mayor de San Julián. Estas dos últimas imágenes eran propiedad del marqués de la Granja. Se llevaron al patio del cercano convento de San Cayetano los restos carbonizados de las imágenes y allí fueron examinadas por los miembros de la Junta de Gobierno. Por lo que respecta a los pasos, se perdieron las dos parihuelas, el techo de palio y el canasto del paso de Cristo, así como algunas insignias, y enseres de culto interno como alfombras, candeleros, jarras y dalmáticas. De la iglesia no se salvó ningún altar, todos quedaron destruidos y tan sólo se pudo rescatar el archivo parroquial, algunos ornamentos de culto y algunas lámparas de plata del altar mayor que no estaban colocadas. También se salvó de la destrucción la pila bautismal y las vidrieras de los tres ventanales circulares de la fachada principal. Los enseres que la Hermandad guardaba en la Sala de la Sacramental pudieron recuperarse y restaurarse, así las bambalinas, el manto, algunas insignias, como el senatus, las bocinas, etc, los respiraderos del palio y sus faldones y los respiraderos del paso de Cristo quedaron a salvo. La única imagen que se pudo recuperar de la iglesia, como se citó anteriormente, fue la Inmaculada Concepción que presidía la capilla sacramental. La Hermandad por otra parte tenía un seguro de accidentes, aunque el mismo cubría un porcentaje muy pequeño del patrimonio, estando exentas las imágenes titulares.