24 de abril de 2011

RESIGNACIÓN ANTE LA EVIDENCIA.





Siempre he pensado que a la Hermandad de la Soledad en muchas ocasiones si no en todas o casi todas nos pesa en demasía la experiencia. Y es este hecho el que nos condiciona muchas de nuestras actuaciones en nuestro vivir diario. Desde que comenzara la Semana Santa todos estábamos pendientes de los partes meteorológicos, como cada año, ahí nada cambia. De la misma forma que cada año se vaticinan lluvias que más tarde o más temprano terminan recalando alrededor o incluso en el mismo Sábado Santo mal que nos pese. Siempre le hemos puesto presencia y valor a este hecho que se repite una y otra vez pero  a lo que no por ello nos terminamos de acostumbrar por lo doloroso y triste que resulta.
La lluvia, la tan temida lluvia para estas fechas llegó y con ella decapitó todas y cada una de nuestras ilusiones, los sueños de todos los soleanos que deliramos cada año con ver a nuestros Titulares paseando por nuestro pueblo siempre sujetos con nuestras cómplices miradas de ternura y de cariño. Porque gran parte de nuestra vida la dedicamos a Ellos, sabedores que van a ser el acaparador de nuestras cuitas diarias, de nuestros sinsabores comunes, de nuestras desdichas varias y también de ¡cuántas alegrías! que compartiremos con ellos.
Esa lluvia que tanto pedimos en ocasiones y que tanto daño hace en otras. No ha podido ser,  pero hechos tristes como éste también hacen hermandad. Seguramente, en nuestra tristeza inconsolable buscamos en esos momentos el hombro o la mirada implicada de algún hermano nuestro que nos diera serenidad. Eso también es hermandad.
Nuestra hermandad no se acongoja con la lluvia, le hemos puesto nuestra mejor cara y la hemos tuteado en tantas y tantas ocasiones que…….pero ayer no pudo ser. Nos queda la esperanza y la alegría de que en apenas un mes tendremos a nuestra Virgen en la calle, de Gloria,  junto a nosotros en la puerta misma de nuestras casas.
Lo cierto es que la Cofradía del Sábado Santo no se quedaba sin salir desde 1988, año en que se estrenaba la primera cuadrilla de costaleros de la Hermandad y año en el que la Banda de Música de la Infantería de Marina de San Fernando en Cádiz condecoraba a la Virgen de la Soledad con un Ancla de Oro.
La decisión tomada ayer por la Junta de Gobierno era la correcta. No se podía salir debido al mal tiempo reinante. Fue un momento de claroscuros teñidos de olor a incienso y  al bello jardín de flores que adornaba el paso de Palio de la Señora. Todos nuestros cinco sentidos  buscaban sensaciones que recordar en años venideros. Yo me quedé con el calor de la mano de mi hijo Fernando al que intenté impregnarle las huellas de la forma de ser más genuina del soleano de Huévar;  y con la entereza de mi hijo Pepe al formar parte de ese racimo de jóvenes que se han enganchado al árbol de la fe inquebrantable en la Virgen de la Soledad.
Y de fondo el cante de los saeteros que rompían el corazón de todos los allí presentes fundiendo a todos los devotos con sus Imágenes en un camino hecho desde el alma de todo un pueblo para ver la luz de Dios. Era el último Pregón, el pregón de un pueblo sencillo que ahora comenzaba a allanar el sendero a la aurora para la Resurrección
Soledad, que sola se queda Huévar sin ti, Soledad.