28 de marzo de 2013

INTERESANTE REFLEXIÓN DE CARLOS NAVARRO ANTOLÍN.



Contra viento y sillitas, contra el frío y las pipas

 Por Carlos Navarro Antolín

El público estático se abona al asiento plegable, que coloca como el que clava la sombrilla en la playa, y rompe el tránsito. El siglo XXI es nefasto para las cofradías, con sólo dos Semanas Santas completas.

La sillita plegable o sillita del chino, tanto monta, monta tanto, es como el palo de la sombrilla de la playa. Es llegar y clavar, es llegar y abrir la silla, y ya tiene usted su pequeña parcela asegurada como si la hubiera inscrito en el registro de la propiedad. El eje que forman las calles San Pablo, Reyes Católicos y el Puente de Triana era un canto a la propiedad privada, un comedero de pipas, una Línea Maginot contra el público que quisiera atravesar de un lado a otro en ese arte cada vez más reservado a las minorías de tratar de desplazarse por las calles molestando lo menos posible y, sobre todo, respetando con escrúpulo las filas de nazarenos. La distancia más corta en Semana Santa es la curva, nunca la recta, salvo que se tope con la hilera de sillas, a la que se suma el público directamente sentado en el suelo y con las piernas estiradas, modalidad sauna. Las medidas que han tomado distintos gobiernos locales no sirven para nada. La lucha contra determinados hábitos resulta muy difícil. La sillita no es sólo el efecto de una búsqueda de la comodidad. El Pali veía las cofradías sentado en una silla a la puerta de su casa. La sillita es también el efecto de no saber ver cofradías de otra forma que no sea estática, como quien se sienta en el sofá del salón, conecta la televisión y se convierte en un sujeto pasivo. No tenía sentido que un público joven, sin impedimentos físicos, estuviera plantado ya a la salida del puente cuando los nazarenos de la cruz de guía de San Gonzalo disfrutaban de olor a calentitos del puesto de la esquina de Arjona. Y quien dice en el puente, dice también en las inmediaciones de la carrera oficial a la espera de Santa Marta cuando aún restaba una hora para la llegada de la cofradía de San Andrés.

Una característica común a todos los públicos abonados a la plegable son las pipas. El sujeto pasivo rumia constantemente frutos secos y construye una alfombra sobre el asfalto, como si los nazarenos fueran sujetos inanimados. La cultura playera-cofradiera vivió ayer un día grande con ocasión del primer pleno de la Semana Santa.