31 de enero de 2015

MI MÁS SENTIDO ADIÓS A FRANCISCO ANTONIO.


Que la vida es dura, nadie lo cuestiona pero también es cierto que,  muchas veces, la vida nos regala la presencia,  la figura de un ser inesperado, de un ser que sabemos que por cientos de razones es y va a ser irrepetible. Y la vida, a la vez que es tan dura, es tan maravillosa que nos permite tener la inmensa suerte de conocerlo.

Hay seres, hay personas que  únicamente  con su sola presencia nos insuflan una paz y armonía que todo aquel que se encuentra a su lado se siente el más dichoso del mundo.

Yo, Pepe, he tenido la suerte de conocerte, Francisco Antonio. La verdad es que te conocí como amigo, tarde, cuando formamos parte de aquella Junta de Gobierno en la que tuvimos la suerte y la desgracia de vivir lo mejor y también lo peor. Juntos hemos compartido momentos felices y duros y todos ellos siempre con algo en común: el inmenso amor que los dos sentimos por nuestra Virgen de la Soledad.

Ya te lo dije cuando tuve la fortuna de presentarte como pregonero de nuestras fiestas de Mayo: Eres, Francisco Antonio, ese ruiseñor que convierte lo anodino en capricho musical, lo sórdido en alegría desbordante, lo cotidiano en excepcional. Eres un inventor de melodías con las que nos has emocionado a tantos y tantos que te escuchábamos extasiados cada vez que te dirigías a los ojos de nuestra Señora.”  Sí, a los ojos, porque son ellos en los que tú buscabas el consuelo y la ayuda, el amparo y la esperanza.

Pero, aunque no estás con nosotros porque la vida nos ha jugado una mala pasada, tus melodías seguirán formando parte de la historia cotidiana de nuestra hermandad.  

Cada palabra que pronunciaste para hablar con ella se encuentra sellada en nuestros labios que ahora tiemblan por la tristeza de no verte.

Cada gesto tuyo quedará grabado en nuestra retina que ahora brillará más que nunca.

Cada abrazo que nos dimos estremecerá nuestro cuerpo porque sabemos que ha nacido de la intención de un hombre bueno.

Y también los silencios, esos que sin palabras dicen tanto.

Pero ¿sabes lo que echaré de menos, sobre todo? Tu alegría, amigo. Sobre todo, tu alegría. Jamás he conocido a nadie que demostrara en su vivir diario tanta felicidad y alegría a la hora de vivir. Nunca te ha faltado una sonrisa en tu cara. Siempre has transmitido agrado, satisfacción y júbilo. Por eso y por ti mismo, nuestra hermandad desde que te has ido se sentirá un poco más triste sin ese soplo de felicidad que tú siempre le regalabas.

La vida sigue y seguirá con nosotros y sin nosotros. Pero quiero que sepas, Francisco Antonio, allá donde quieras que te encuentres, que todos te echamos de menos; que siempre estarás presente en nuestros pensamientos y que te nombraremos en mil y una ocasiones. Y a cualquiera de nosotros se nos escapará unas palabras que nos acercarán a ti en cada momento: “Si estuviera aquí Francisco Antonio…… Sólo él era capar de llenar un mundo con sus sueños.”


Descansa en Paz, amigo.